domingo, 5 de septiembre de 2010

El cielo amaneció llorando

¿Cómo se puede asumir la pérdida de alguien que te salvó la vida?
¿Cómo secar las lágrimas? ¿Cómo volver a empezar?
La noticia me causa un espasmo que por momentos me deja sin aire. Como si una parte de mí se hubiera ido con ella. Apenas ayer le platicaba mi vida, mis avances, lo feliz que me sentía, que era tal mi avance que podría pensar que me tomé algo como cuando lo haces para aliviar un achaque de menor importancia.

Hoy la noticia cayó acompañada de una lluvia mañanera. Lilia Romano, había muerto. Aquella a quien la debo la Carolina que soy y con quien apenas hace poco más de un mes, volvía a retomar un camino que no había terminado de recorrer, desde aquella primera vez hace 12 años.

Son tantas las preguntas, tantos los sentimientos que me cuesta trabajo ordenarlos, ordenarme, ahora mismo escribo, borrando a cada paso. Estoy nerviosa y temo mucho que mi vida deje de fluir, me aterra pensar en cómo va a tomar esto mi cuerpo, mi sangre, mi inconsciente, mis monstruos. Deseo con todo mi corazón que la gran enseñanza que ella me dejó en vida persista y que sus palabras acompañen cada uno de mis actos, como reflejos del ejercicio natural de mi supervivencia.

Las palabras más adecuadas no surgen tan fácilmente. Mi cabeza está atascada, completamente abrumada, buscando respuestas, esas que Lilia sabía exactamente.

Por ella y por mi tengo que seguir en este trabajo que intenta rescatar mi esencia, sin máscaras, ni rencores, debo escalar tanto como pueda y viendo hacia adelante, fluir.

Dios mío, qué difícil, ahora mismo he pasado de un sentimiento de profunda tristeza a autocompasión y finalmente rencor.

Y las palabras de Lilia siguen llegando a mí como ecos de la memoria. Sé Lilia, cuánto me conociste, más que nadie en este mundo, más que yo misma.


Te agradezco infinitamente tus palabras, tu inteligencia, tu manera de proyectar paz, tu honestidad, franqueza, tu insistir a cada momento en que dejara de lastimarme, de sentirme la mujer más malvada de este planeta. Pero sobre todo gracias por escuchar y recordarme que lo más bello de este mundo está en mi interior.