viernes, 15 de noviembre de 2013
miércoles, 16 de octubre de 2013
GRINGO BENDITO, NOS VAMOS AL MUNDIAL.
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Así, la escencia del amor
la irracional condena a lo incondicional.
Me pegas, me callas,
Y en menos de un segundo me rescatas
Te abrazo en mil abrazos,
celebrando nuestra reconciliación.
Me vuelves a patear.
Hago como que no te veo
Pero te veo, siempre te veo.
Despego del sillón
Me acurruco en el milagro.
Cuento los segundos
Sumo los minutos.
Y a penas me descuido
nos salvan los enemigos
sumándole una estrella más a su bandera.
Regalándole un final joligudero a los olvidados.
martes, 9 de julio de 2013
THE END
A la pregunta de si existe o no un final feliz para todos,
éste el ensayo de mi respuesta.
Cada quién construye lo que al final sera una montaña de
finales felices, y en esa montaña, podrás darte cuenta de que no existe uno solo, los finales felices pasan todo el tiempo, a veces al final de un día, al final de una comida, al final de un viaje o al comienzo de este.
Lo bueno de tener muchos finales felices es que se
construyen todos los días. Pues así como un día puede acabar mal, el otro puede acabar perfecto, tanto que podríamos vivirlo 100
veces más.
Todos los días tienen un comienzo y en ti está alterar el ritmo para que
quien escriba tu historia se divierta más
tratando de buscar el final perfecto
El destino es ese escritor que se quiebra la cabeza
todos los días para seguir dándonos una vida llena de sorpresas.
lunes, 1 de julio de 2013
Alma fuerte
Hoy te vi mejor que nunca.
Conforme pasan los días, más te reconozco.
Poco a poco se devela esa personalidad fuerte que te caracteriza.
Nunca estuve tan cerca de ti como ahora.
Y si lo estuve, el recuerdo es confuso.
Cada vez que paso a verte mi corazón late a mil por hora
Y deseo con todo mi corazón que mi compañía te cure un poco.
Te quiero con todo mi corazón Motis.
Nuca he dejado de confiar en tu fortaleza, pues gracias a ella me siento fuerte también.
Sé que no vas a caer.
Yo, según alguien que me quiere.
Hace unos ayeres alguien que quiero mucho, me describió de una forma tan bonita que creo vale la pena compartirlo. Difícilmente yo podría hablar así de mi pero gacias al cielo exite un Mau que lo hizo y me ahorró esta difícil tarea.
http://chaoticcolor.ca/2011/04/25/we-want-more-of-her/
http://chaoticcolor.ca/2011/04/25/we-want-more-of-her/
lunes, 10 de junio de 2013
¿Qué somos?
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Si somos cómicos, hagamos reír.
Si somos doctores, curemos.
Si somos vendedores,
vendamos.
Si somos publicistas,
vendamos de forma llamativa.
Si somos cualquiera de las
anteriores, seamos felices y dejemos el arte para los que mejor saben hacerlo.
¿En qué momento la publicidad
se convirtió en el altar del ego y dejó de ser algo divertido para quien lo
hace?
Amo la publicidad pero me
cagan los roedores que la envenenan con críticas de juzgado penal, artistas
frustrados. Amén.
domingo, 9 de junio de 2013
SOLA CONTIGO
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Hace unos años era adicta al sufrimiento, más que al café y
a la Coca-Cola.
Y digo era porque,
finalmente y después de llenar 6 ríos, de desperdiciar palabras envueltas
en los más frágiles pañuelos, después
de gastar mi vida pensando que el problema era yo y mi -no se qué tengo de malo pero algo malo tendré- me cansé.
Sufrir es una ejercicio que si se practica a diario, te deja
sin ganas de sonreír. La energía que implica presionar el abdomen, sorber con
fuerza los mocos, tenzar la mandíbula, comprimir y descomprimir al corazón a
ritmo de me ama, no me ama, resulta completamente agotador.
Dichoso y absurdo ejercicio, fuera de fortalecer nuestras
defensas para no volver a contraer el virus del amor, nos hace más propensos a
él, nos hace el blanco perfecto para caer una vez más en esa agonía humana que
ni la ciencia más exacta ha podido explicar y que algunos mortales llamamos desamor.
Y es que después de años de chaca chacas al hipotálamo, de terapias
espirituales, patológicas, psico-ilógicas y más de 6 mil litros de helado, yo
me pregunto: ¿Vale la pena gastar un minuto más de nuestra increíble vida, dándole respuestas, todas falsas a la pregunta
eterna de ¿Por qué a mi?
En lo que entendemos las mil y un respuestas, tomo por tomo
de una enciclopedia completa de los hechos por día, fecha, minuto y segundos de
nuestra relación, lo más probable es perdemos de vista algún espectáculo digno
del amor más grande como el de un niño besando por primera vez un helado de
chocolate.
Mi vida cambió cuando se reveló en mi algo completamente
real que me hizo darme cuenta de lo absurdo que suele ser esto de pensarse sola
hoy, mañana y para siempre.
Me di cuenta que difícilmente podría sufrir más de lo que ya
sufrí. Y que el sufrimiento no tiene nada que ver con el hecho de no tener a ese alguien.
Reflexioné y me hice a la idea de que cada derechazo bien
puesto en nuestro corazón, genera un colchoncito protector contra el siguiente.
Con lo cual, lo peor que uno puede pensar cuando recibe un nuevo golpe es: si
ahora me duele este, seguró el que viene
me dolerá más. Nada más lejos de la realidad. Somos guerreros en el arte de ser
heridos, pero no por eso unos perdedores.
Así que ante todo, díganle adiós a su espíritu lastimero,que
muchas veces es mayor responsable de nuestro dolor que el dolor mismo.
El problemas es que insistimos en ver el amor como una
ciencia. Queremos dominar sus reglas, como si con eso pudiéramos ser más
certeros y exactos,
Como si con saber que el amor es un hecho que al reaccionar
con el aire, el agua y la tierra, se hiciera más débil hasta desaparecer por circunstancias
ajenas a la suma de individuos.
Pecamos de querer encontrar la razón en donde la razón no cabe.
A veces lo más simple es pensar que el amor es
circunstancial, como que hoy me enamoré de un helado de cereza y mañana
descubro que me empalaga.
También me cansé de actuar un papel diferente para gustarle
a alguien, de jugar un rol incómodo para que el otro se sintiera cómodo, de ver
qué estaban haciendo las otras princesitas para atraer a los machos, de jugar
el papel de la niña estúpida casi manca que depende de las manos de un hombre
para que su existencia cobre sentido.
Me cansé de pensarme todos los días, de analizarme en los
momentos previos, durantes y después de un encuentro. Me cansé de desmenuzar cada segundo de mis
reacciones, mis sonrisas, mis palabras.
En pocas palabras me cansé de inventarme Carolinas, cuando
la Carolina más auténtica, la más feliz y la que se divierte de serlo estaba
hasta abajo tratando de salir a la superficie y agarrárse a madrazos con esas
copias baratas que nada tenían que ver con la original.
El resultado me ha hecho vivir una de las mejores etapas de
mi vida, tengo 31 años, no tengo novio, no tengo planes de casarme, ni de tener
hijos, pero me siento afortunada de vivir lo que estoy viviendo y cómo lo estoy
viviendo. Todo lo que tengo me da la posibilidad de sentirme en paz y feliz
conmigo misma, una Carolina que sabe que su Romeo llegará en el momento que
tenga que llegar y si no, pues qué pinche Romeo que se la perdió.
sábado, 20 de abril de 2013
NUNCA DIGAS NUNCA IRÍA DE SHOPPING AL GABACHO (San Antonio 2012)
Hace unas semanas decidí pasar unos días de “vacaciones” por el paraíso del consumo. Pocas cosas más acercadas a lo que “YO NUNCA HARÍA” pero últimamente y con más frecuencia desde mis 30, practico el Haz lo que nunca hubieras con quien menos te imagináras; se ha convertido en el Por qué no, en esa cosquillita que de no cumplirse se convertiría en una urticaria culposa.
Mi destino: San Antonio.
Mi objetivo: Shopping.
La sola idea de ser Caro-Superficiagilística-primorosa por
tres días no sonaba nada mal. Sobre todo cuando llevo tres cuartos de vida bajo
el modo automático extra sentimental de romántica del sufrimiento, lo cual es invérsamente
proporcional a mis ganas de ser feliz.
Debo decir que la aventura de cruzar el charco no es mi
especialidad, me pone nerviosa que los gringos te vean con ojos de presunto
portador del virus del genocida violador narcosatánico buscado por todos los Yunaited
y su Tom Cruise. Así que ya me imaginaba lo peor, pensaba en los mil homónimos
que pudieran viajar conmigo además de mi fiel Caro Quintero. Así que antes de
aterrizar, ensayaba dicursos de niña fashionista hija de papi con 10 mil
dólares para gastar, You know what I mean
Sr.?
En esas estaba cuando se anunció nuestro aterrizaje.
Nunca fue tan fácil derribar las cadenas de un antro
exclusivo como el filtro de Estados Unidos. San Antonio nos abrió las puertas
con una sonrisa gigante de esas que te hace sentir el “welcome back” a flor de
piel, pues sólo llegar, la alfombra
estaba más que puesta y 4 reinas se disponían a despojar de sus armas hasta a los
más pudorosos maniquís, vigilantes día y noche del imperio Mall.
Así que antes de que otra cosa pasara: Espanglish, let’s get
started! A parlar como nos lo han enseñado series, películas y realitis que han
sido mejores maestros aún que los de carne y hueso.
Y es que siempre me ha gustado hacer un efuerzo por hablar
el idioma del País que visito. Es una de las tantas delicias de viajar. Ser una
recién nacida balbuceando el idioma natal de otro entre los miles de adultos
que te ven como inocente criatura, me hace sentir lejos de la tierra que me
parió: Libre.
Nuestro primer ejercicio de conversación tuvo lugar en HERTZ
con una gringa cuerpo pan cake. Darnos a entender con ella no fue del todo fácil,
escuchar el monto total del chistesito, menos. ¡714 dólares! ¡¡¡10 mil
pesos!!!!! Esto es: dos mensualidades de
un auto mediano, un ipad, una renta decente en un departamento bien ubicado. FUCK!
FUCK! FUCK!!! Con cara de deportadas, veíamos a la gringa que seguía
diciéndonos la cifra y lo que ésta incluía como si con su modo cool
eslanguerísimo, la cifra se hiciera así bien mini. Bad news, bad news.
Después de un breve team back y una dosis de insulina,
decidimos que lo mejor sería ver precios con otra agencia de renta de autos. ¿Una
que se viera más patito? Chin. Pues sí.
Así llegamos a Alamo, por lo menos su nombre resultaba más familiar, it´s like
Alamos, Allá-vamos, Ala, Alí Babá, Al-amo. Si, ahí.
El encargado era un jóven afroamericano, bastante amable que
intentaba entendernos a la vez que se enternecía con cualquier gesto de “WHAT”.
Todo se daba de la manera más polite hasta que surgió de la mano de una de las
nuestras… ¡¡¡UNA CALCULADORA!! Amigos, si quieren romper el hielo en el primer
mundo, saquen su calculadora, pocas cosas quedarán tan grabadas en la memoria
de nuestro amigo, como la de haber visto después de las mil y un revoluciones
de smart phones, una calculadora, ese aparato capaz de hacer numeritos, no le
pidas que tome fotos, te ubique en el espacio y mucho menos que vibre.
La cosa es que gracias a ese bello momento patrocinado por
nuestra amiga Rous, las risas se hicieron más y los ceros menos. –I don´t know, maybe Hertz is more expensive,
because it hurts- dijo nuestro amigo, y nosotras privadas entre mil
jajajas, bueno, LOL pa’ que me entiendan my friends.
Finalmente con todo y el momento de risas y entretenimiento,
Alamo resultó ser mucho más barato. En total 4 mil varitos, más unas horas
gratis, cortesía de nuestro amigo, con quien no tardamos en presentarnos.
Muchouu gustouu Perla, muchou gustou Carou, mucho gusto R-R-R-R-R-ous? –Yes-, -“Rous”,
but you can also say ROSS, drees for less
or ROUX, like Roxanne
you don´t have to put on the red light”.
Así empezaba nuestra aventura con la gracia del “me no
entender”, que es el condimento de cualquier viaje, y este no tendría porqué
ser la escepción.
Ya en el auto, el GPS hizo de las suyas y nos llevó sin
demasiados contratiempos al hotel. En el camino, mi mirada comenzaba a
descubrir los letreros de las tiendas, los señalamientos y las muchas, muchísimas
banderas que gritan HELLO I´M UNITED STATES, AND I’M ALSO A TRADEMARK.
Desveladas, despeinadas y deshidratadas llegamos a nuestro
hotel y como no había tiempo que perder, apenas entramos, dejamos maletas y
salimos al primer mall marcado en nuestro itinerario. GPS: A La Cantera plis.
Este Mall quedaba muy cerca del hotel, lo cual resultó ser
algo así como ir con hambre al supermercado: un error, pero delicioso.
El Mall al puro estilo gringo, al aire libre, cómodo, con
ese ven a mí que te hace sentir como
pez en el agua y que te regala un oasis en medio de un calor desértico, con un
abrir y cerrar de puertas.
Ahí, todo es comprable, todo. Y más, si se practica la
filosfía de “En México no voy a encontrar algo igual”. Una tienda llevó a la
otra y en menos de lo que imaginábamos ya éramos víctimas del compra compra.
Pocos momentos tan
inolvidables como el de verme parada por primera vez frente a frente a un
URBAN OUT FITTERS si, esa tienda a la que todos se referían como: “La vas a
amar” “Es todo tu estilo” “Te mueeeeeeres” “Ve con mucho dinero”. La misma
tienda que idealicé por cerca de 3 años estaba ahí, coqueta y altiva. Así que
la hice mía, me revolqué con sus cositas
en una especie de reencuentro amoroso.
URBAN OUTFITERS es una de esas tiendas en las que me podría
pasar literal un día entero, tiene la mezcla perfecta de ropa, gadjets, libros,
rock, accesorios, bla, bla, bla, y todo tiene tanta onda que se te caen los
calzones y pues ni modo, te compras otros. De ahí saqué uno que otro regalito
para mi y para los míos.
Después, como nuestro itinerario dictaba que visitaríamos un
Ross y un Target ese mismo día, tuvimos que despedirnos de nuestra hermoso mall
con más esperanzas que dólares de volver.
Y Ross ¡Ross, dress for less! como su lema lo dicta es una
tienda con look supermercado bara bara, lleve lleve, un tanto deprimente, no
solo por el tipo de gente que va ahí, si no también por la luz blanca cero
fashion y una que otra personita con cara de sabritón. Pero si a tí lo que te
caracteriza es la paciencia y esas ganas de encontrar joyas en medio de un
pantano, es tu lugar.
Para mi ir a Ross fue como encontrar un Oasis de lanchas en
medio de un mar abierto. La lucha por encontrar zapatos de mi talla estaba por
terminar, no más “No se preocupe
señorita, estos son del 5, pero dan de si, vienen amplios” El pasillo
estaba destinado a mujeres como yo que tienen los pies bien pegados en la
tierra y que difícilmente serán derribadas por un Tsunami.
Así que imaginen a Caro con una música de orquesta, el
cabello hacia atrás por el viento de los efectos especiales y dirigiéndose con
los brazos bien abiertos al paraíso de los zapatotes. Qué belleza enconcontrarte
con tus almas gemelas, otras grandotas como tú probándose zapatos, You are not
alone.
Entre chopin y chopin, recordábamos comer y como a Caro le
gusta sentarse, tomarse su cheve y disfrutar del bello paisaje, así sea una manada
de gringos chapeaditos, nos sentábamos a comer que si la pizza, que si a
hamburguesa, que si el hot cake, todo deliciosamente puerco y a raciones* que
podrían alimentar a una familia completa.
Durante 4 días consumimos tando como pudimos y yo que
pensaba me iba a cansar pronto, me vi hipnotizada por cada tienda que visitaba,
desde la que tenía todo para su perro (donde yo compré a pesar de no tener
perro), hasta mi queridísimo Target, Ikea
y señoras y señores para cerrar con broche de oro, la gualmar. Ese
supermercado, por el que aquí no doy un peso, allá me sacó hasta el último
dolar la última noche.
Y es que asaltada por la angustia de no haber completado mi
lista de regalos y con apenas unas horas para nuestro regreso, le pedí a Roux que
me acompañara a ese gualmar quesque muy chingón
quesque por ser 24 horas.
Así fue que el hechizo de media noche nos arrojó a una aventura alucinante. El tiempo se
encapsuló en medio de anaqueles repletos de cosas que nunca creímos haber
encontrado en un pinche súper.
El epíritu de la pícara soñadora nos poseyó e hizo que permaneciéramos
despiertas por alrededor de 3 horas, moviéndonos a ritmo de autómata entre cada
pasillo.
No sé cómo llegamos, como nos fuimos, como pagamos, sólo se
que ese evento resumió perfectamente el estado de apendejamiento en el que te
sumerges cuando decides entrarle al chopin, esa droga que te provoca un estado
todo lo puedo, todo lo compro, pero que al final te puede hacer perderlo todo.
Haber si así como buscamos cualquier motivo, escusa o razón
parta meterle algo más a un closet que ya guacarea ropa, encontáramos un
motivo, escusa o razón para decir no, no lo necesito.
En bien padre comprar y dejarse jugar. Ser la Barbie de
plástico manejada por la mano de I want you entre mall y mall. Es bien padre
sentir que “las cosas” son el motor de la felicidad.
Pero es más padre saber que puedes soltarte y volver entonces a jugar con todo lo que te
hace feliz y no se compra.
Que lo compres feliz.
Yo si voy, si voy al Mundial.
Desde que tengo uso de la razón, tengo un sueño.
Sueño con ir al mundial.
Sueño con consagrar mi espíritu en la cima del gol.
En gritar gol con acento chilango en medio de un chingo de
güeritos.
Sueño con guardar ese momento para toda la eternidad y
traerlo a mi presente cada que la cosa se ponga gacha.
No solo quiero, voy a ir al mundial, pase lo que pase, pese
lo que pese, cueste lo que cueste.
viernes, 19 de abril de 2013
VIAJEMOS HASTA ACABARNOS LAS MALETAS
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Cada
viaje te hace más adicto a la vida. El problema es lidiar con el regreso, con
encontrarte de nuevo en un lugar fijo,
previsible y sin fronteras más allá de lo conocido.
El día de la huída
veníamos arrastrando una tal cantidad de pendientes, entre los cuales estaba el
veredicto de un pasaporte del cual dependía nuestra historia. Afortunádamente
después de una serie de llamadas, llantos y bilis, un día antes de irnos, pudimos arrojar el pedo que traíamos dentro y empezar a soltar la cuerda para
elevarnos por los cielos de la aventura.
El jueves dormimos
apenas un par de horas, las necesarias para tener la fuerza para cargar más de
15 kilos al lomo, más los gramitos extra de libros, maquillaje, pasaporte, diarios,
guías y hasta un osito de peluche que protegió nuestro camino mejor que un
cadenero del Baby O.
El problema era que el
número de pendientes era inversamente proporcional al número de minutos que
restaban para el despegue y entre el kit de supervivenca no podían faltar la
plancha de ropa a cargo del equipo morado, más el kit de aseo personal a cargo
del equipo azul. Pasaportes, boletos, música, libros, libretas, faldas, pantalones,
calzones, calcetines, zapatos, tenis, rastrillos, chipotles molidos, gorritos
unitalla, pasta de dientes, plancha de pelo, productos para el frizz,
tic..tac…tic…tac.
Finalmente llegamos al
aeropuerto sin más perscanses que el de encontrar el euro al precio más caro de la historia:
$19.30. Ándele pues, señito, deme lo que me alcance con esto, total, para todo
lo demás existe Mister Card.
Una vez consumado el
deal, caminamos con nuestra hermosas ojeras pero con el corazón más despierto
que nunca a la sala de espera.
Entre lo que nos
esperaba en la vestíbulo de la felicidad estaban un par de viejitas a las
cuales les causamos absoluta curiosidad, tanto que mientras comiámos unos
deliciosos emparedados sazonados con el te saco los ojos de starbucks, una de
ellas nos dijo que se le había antojado mucho, así que Lore le ofreció del suyo
(el mío había desaparecido hace 3 bocados) y la señora se negó con una sonrisa
hermosamente gentil.
Desde ese momento nos
volvimos amigas de sonrisas. Una era muy abierta y la otra más bien
observadora. Rompimos el hielo y platicamos de nuestros destinos; ellas iban a
Paris y nosotras a recorrer varios países, antes de regresar a nuestro primer y
último destino: Paris.
La más abierta de las dos
tenía un problema crónico en la garganta que le impedía hablar con
claridad, pero no era algo que le importara
demasiado y mucho menos que le impidiera comunicarse pues, entre tanta sonrisa, lo que menos hacía falta eran las palabras.
Nos felicitó por irnos nosotras
dos solas, nos dijo que aprovecháramos ahora, que ella así lo hizo a lo largo
de su vida. “Viajen mientras puedan hasta
que estén así”, esto último lo acentuó con un gesto corporal que consistió
en agarrárse un grueso mechón de su cabellera blanca, rindiéndole tributo al
lenguaje universal y primario de las señas.
Recuerdo
con gran nostalgia ese momento pues fue ahí cuando se levantó el telón de este
gran episodio de nuestras vidas y nos presentó el primer acto de un viaje más ,
esteralizado nada más y nada menos que por un par de viejitas, cuya enseñanza más
grande fue la de seguir en nuestra aventura hasta que todo se cubriera de
blanco, del color de la luz.
Y
entonces volamos, cenamos, despertamos, platicamos, leímos, desayunamos,
dormimos y aterrizamos.
París
estaba bajo nuestros pies. Ya podíamos
gritar a todos los cielos que estábamos oficialmente en territorio europeo.
Sin
más preguntas que las de cajón de “¿A dónde van?” y “¿Por cuántos días?”, nos
cellaron el pasaporte de acceso libre por su continente. Después de una gran
sonrisa de agradecimiento, un cambio de avión y un café illy, que fue algo así
como el pellizco de cafeína que nos aseguraba que eso no era un sueño, nos
preparamos para vivir Europa 2011.
Roma
nos esperaba con una margherita y cientos de romanos listos para la guerra del
taco de ojo con mucho risotto.
Tuvimos
que esperar muy poco para el cambio de avión que nos llevaría a Roma y
bendecidas por la ligereza de nuestros cuerpos sin más maletas que cargar,
recorrimos los pasillos de ese lugar genérico de razas llamado aeropuerto y en
el que te encuentras por unos momentos suspendido en una especie de limbo
multiracial.
Finalmente
llegó el momento de caminar por el gusano transportador. Viajamos alrededor de
cuatro horas, mismas en las que medio dormíamos y medio despertábamos. En las
pantallas pasaban un programa de una viajera por cada rincón de Italia: Roma,
Nápoles, Sicilia y demás aperitivos que hacían más que antojable la llegada.
Al
bajar del avión, lo primero que nos sorprendió fue el hecho de encontraros con
baños mixtos. Después de entrar y salir varias veces tratando de entender la
logísitica de la división de sexos, nos percatamos de que se trataba de un baño
donde convivían baños para él y para ella. ¡Benvennutti al primer mundo! donde,
por cierto, los baños tienen un peculiar y penetrante aroma con acentos de Nunca tomo agua.
Así,
después de un más que presto desagüe, fuimos por las maletas para empezar
nuestro viaje. Al encontrarme con la mía, descubrí que había sufrido una herida
de por vida en el peor momento del viaje: el primer día. Maldije Las Petacas de Miguel y su ínfima
calidad camuflajeada de bella por fuera-barata por dentro.
Me
recuerdo enfurecida y dramática por el incidente y ahora me río pensando que si
me dieran a elegir, elegiría viajar apenas lo suficiente como para acabarme un
millón de maletas.
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