miércoles, 23 de junio de 2010

Octava, más no la vencida.

Ocho conciertos después y las emociones de ver al gran salmón se han transformado en un intento de encontrarle más significado a los espacios sin letra y a los silencios que intentar sonar más.

Vivir la gira como una probadita relámpago de las nuevas vibraciones me pasó como un chubasco, en medio de la locura de un mundial, el trinufo sobre los franceses y lo ácido, grosero, pestilente y demandante de un trabajo que no me deja espacios para disfrutar esos momentos contaditos que al segundo siguiente se van.

El jueves fue perfecto, empezó con una llamada del Niño, invitándome a su primer concierto, siguió con un grito de gol al cuadrado y terminó con un brindis en el backstage con la banda On the rock.

La noche fluyó bautizada por la fuerza de la marea a contracorriente, esa que no se espera pero ataca cada que puede, llegándote al rinconcito del éxtasis.

Andrés, como nunca, más alegre, más platicador, con esa mirada penetrante que con sólo unos segundos te encuentra desarmada, es como si te encuerara el alma y desmenuzara cada centímetro cúbico de tus pensamientos. Simple metáfora, nada más.

Ahora éramos más: Más chichis, más nalgas, más risitas nerviosas. Fue como verme reflejada en un deja-vu de pubertas alocadas, pidiendo a gritos la mordida del rockstar para consolidarse como la Groupie encantada de la noche.

Pero el reencuentro lo valió, hace apenas unos meses lo vivía con la gloria de mi primera vez, pero ahora, le tocó el turno a la gloria del reencuentro, esa que me dejó saber que tengo un espacio en la memoria de esos admirables terrestres que protagonizan el mundo del rock, pero que al final son personas de carne, hueso y mucho corazón.


I`ll be there.

No hay comentarios:

Publicar un comentario