Hace unos años era adicta al sufrimiento, más que al café y
a la Coca-Cola.
Y digo era porque,
finalmente y después de llenar 6 ríos, de desperdiciar palabras envueltas
en los más frágiles pañuelos, después
de gastar mi vida pensando que el problema era yo y mi -no se qué tengo de malo pero algo malo tendré- me cansé.
Sufrir es una ejercicio que si se practica a diario, te deja
sin ganas de sonreír. La energía que implica presionar el abdomen, sorber con
fuerza los mocos, tenzar la mandíbula, comprimir y descomprimir al corazón a
ritmo de me ama, no me ama, resulta completamente agotador.
Dichoso y absurdo ejercicio, fuera de fortalecer nuestras
defensas para no volver a contraer el virus del amor, nos hace más propensos a
él, nos hace el blanco perfecto para caer una vez más en esa agonía humana que
ni la ciencia más exacta ha podido explicar y que algunos mortales llamamos desamor.
Y es que después de años de chaca chacas al hipotálamo, de terapias
espirituales, patológicas, psico-ilógicas y más de 6 mil litros de helado, yo
me pregunto: ¿Vale la pena gastar un minuto más de nuestra increíble vida, dándole respuestas, todas falsas a la pregunta
eterna de ¿Por qué a mi?
En lo que entendemos las mil y un respuestas, tomo por tomo
de una enciclopedia completa de los hechos por día, fecha, minuto y segundos de
nuestra relación, lo más probable es perdemos de vista algún espectáculo digno
del amor más grande como el de un niño besando por primera vez un helado de
chocolate.
Mi vida cambió cuando se reveló en mi algo completamente
real que me hizo darme cuenta de lo absurdo que suele ser esto de pensarse sola
hoy, mañana y para siempre.
Me di cuenta que difícilmente podría sufrir más de lo que ya
sufrí. Y que el sufrimiento no tiene nada que ver con el hecho de no tener a ese alguien.
Reflexioné y me hice a la idea de que cada derechazo bien
puesto en nuestro corazón, genera un colchoncito protector contra el siguiente.
Con lo cual, lo peor que uno puede pensar cuando recibe un nuevo golpe es: si
ahora me duele este, seguró el que viene
me dolerá más. Nada más lejos de la realidad. Somos guerreros en el arte de ser
heridos, pero no por eso unos perdedores.
Así que ante todo, díganle adiós a su espíritu lastimero,que
muchas veces es mayor responsable de nuestro dolor que el dolor mismo.
El problemas es que insistimos en ver el amor como una
ciencia. Queremos dominar sus reglas, como si con eso pudiéramos ser más
certeros y exactos,
Como si con saber que el amor es un hecho que al reaccionar
con el aire, el agua y la tierra, se hiciera más débil hasta desaparecer por circunstancias
ajenas a la suma de individuos.
Pecamos de querer encontrar la razón en donde la razón no cabe.
A veces lo más simple es pensar que el amor es
circunstancial, como que hoy me enamoré de un helado de cereza y mañana
descubro que me empalaga.
También me cansé de actuar un papel diferente para gustarle
a alguien, de jugar un rol incómodo para que el otro se sintiera cómodo, de ver
qué estaban haciendo las otras princesitas para atraer a los machos, de jugar
el papel de la niña estúpida casi manca que depende de las manos de un hombre
para que su existencia cobre sentido.
Me cansé de pensarme todos los días, de analizarme en los
momentos previos, durantes y después de un encuentro. Me cansé de desmenuzar cada segundo de mis
reacciones, mis sonrisas, mis palabras.
En pocas palabras me cansé de inventarme Carolinas, cuando
la Carolina más auténtica, la más feliz y la que se divierte de serlo estaba
hasta abajo tratando de salir a la superficie y agarrárse a madrazos con esas
copias baratas que nada tenían que ver con la original.
El resultado me ha hecho vivir una de las mejores etapas de
mi vida, tengo 31 años, no tengo novio, no tengo planes de casarme, ni de tener
hijos, pero me siento afortunada de vivir lo que estoy viviendo y cómo lo estoy
viviendo. Todo lo que tengo me da la posibilidad de sentirme en paz y feliz
conmigo misma, una Carolina que sabe que su Romeo llegará en el momento que
tenga que llegar y si no, pues qué pinche Romeo que se la perdió.
jaja ¡wow! :) amé esto y yo comparto la misma historia de vida :D
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