domingo, 8 de noviembre de 2009

Papi abuelito, Toto esposo.


11 de Septiembre, 2008


No hace falta ser una persona extra sensible para darse cuenta del poder que ejerce en el ser humano la muerte ajena, la muerte incontrolable, la muerte que golpea a la familia, descontrolando su ritmo vital y costumbrista. Cada muerte nos aleja un poco de nuestras vidas y nos obliga a ver el reflejo del futuro interpretando en nuestro presente el pobre ensayo de lo que en algunos años significará nuestro propio sepelio.

Somos egoístas de nuestro destino y jugamos violando las reglas esenciales de nuestra falsa moral. El paso de los días que le sigue al día del deceso se hace como la niebla, dejando un halo de pesadez que a muchos impide ver la vida como era y a otros les estorba sólo un poco, bastando con una simple sacudida para regresar a su monótona realidad.

  Aquél ser sabio que en vida viajó, bebió y comió lo que muchos querrían en toda su vida, murió ante el honorable hospital que le rindiera honor apenas unos meses atrás. En los pasillos fríos y a la vez cálidos por la gente que los llena, quedan los pasos de un hombre que llenó de significado la enseñanza de sus súbditos y que dejó en los libros la herencia de un maestro intachable. Hasta siempre Papi.

 

 

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