miércoles, 11 de noviembre de 2009

YO

Estoy a punto de revelar palabras que espero no sean usadas en mi contra en un futuro. No se dejen llevar por lo que revele mi perfil psicológico, eso ya vendrá después. Ahora ustedes son responsables de conocerme. Cualquier tipo de alteración en su vida personal,  yo no fui.

Esta soy yo a 26 años y unos meses más de haber nacido, la misma que se encuentra ligeramente envejecida pero con todas las ganas de seguir echándole galleta a esta vida, pues creo que todavía me queda mucho por hacer.

Me encuentro sentada frente a la pantalla que piensa más rápido que yo: mi mac. La compañera, la amante y las poseedora de mi vida día y noche; y noche; y noche; y noche; y si repito tres veces noche es para reafirmar y evidenciar ante la comunidad protectora de creativos enjaulados, qué he estado saliendo todos los días de mi trabajo a horas irreales donde las damitas de buena familia no deben estar fuera de casa!

Pero, ¿A quién le importa eso más que a mí?, si esta profesión es mundialmente conocida como la que se presta al poder de la "Pachocha".

Esta bien, esta bien, ya no más quejadera, lo acepto, yo elegí mi carrera y ahora me aguanto y si lo he logrado por estos tres años y medio es porque seguramente me gusta. Si,  me encanta crear, amo pensar, mover los ojos de un lado a otro con la barbilla a 90 grados dirigida al cielo, con tal de encontrar esa idea huerfanita  que llora por su mama-marca

Y es que si vamos un poco atrás cuando Carolina Quirarte vivió en cuerpo y alma la sorprendente experiencia de ser creativo, puedo verla recibiendo su primera hoja de nómina en donde aparecía una pequeñísima cantidad a concepto de pago al "Creativo trainee", oseáse yo. Nada más hermoso que recibir por primera vez la recompensa de haber estado toda la semana pensando historias y cuentos divertidos con finales felices para las marcas ambiciosas.

En realidad desde ese día, trato de disfrutar mucho mi trabajo y  afortunadamente creo que lo he logrado. Incluso disfruto estar en el ácido con un millón seiscientas mil responsabilidades, me emociona, me hace soltar esa adrenalina de mis  gloriosos días bartenderos: 

-  Ocho margaritas para la mesa cuatro!

-  Cinco jarras de Clericot!

-  Esta piña colada no le gustó al de la mesa dos!, ¿que si se la cambias?

-  No joven,  yo no le dije que me la cambiara por otra piña colada, le pedí que me la cambiara, pero por otra cosa!

Sí, sí, sí, se la cambio, cómo no. Vamos a volver a empezar.

Estos son los riegos de encontrarse frente a un cliente  cuatripolar con tendencia a la amnesia comodina, muy común en el negocio del que ahora, varios años y ojeras después, formo parte.

Pero bueno, no me queda más que seguir en esta bellísima profesión los años que mi órgano cerebral  me lo permita y espero, sinceramente, que sean todos los que restan de mi vida.

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